México
El primero de julio a las 13:30 horas como único hijo de Martha Muñoz, acompañado de su hermano Guadalupe Sánchez, mi esposa Claudia Robles de Muñoz, mi hijas Faith Abigail Muñoz Robles, WCM Claudia Muñoz Robles y un primo hermano de mi madre con residencia en Otinapa, Durango cumplimos la ultima voluntad de mi madre al llevar sus cenizas a una cierta localidad en Rio Chico en Durango.
Mas déjenme darles el relato de nuestra misión.
Salimos de la ciudad de Durango temprano en la mañana en compañía del Sr. Guadalupe Sánchez, hermano de mi madre y quien estaré dando un relato a parte en un futuro no muy lejano siendo que es una parte muy importante de mi vida.
Viajamos de Durango a Otinapa, Durango, un pueblo aproximadamente a una hora de la ciudad capital rumbo a El Salto, Durango, guardarraya con Sinaloa.
Un par de veces había estado en Otinapa, un pueblo pintoresco y precioso, mas fue durante el tiempo que el tren conectaba a El Salto con la ciudad capital de Durango. En los principios de la década pasada, el tren fue desmantelado y dejo de existir ocasionando una decaída económica por toda la región.
Varias veces viaje por ese tren con mi madre y mi abuelita, la Señora Damiana Hernández, pero como mencione en mi ultima nota, no fue hasta el 1980, en un viaje, cuando el tren se detuvo en el puente antes de llegar a Otinapa y mi madre me pidió que al morir, trajera sus cenizas al Rio Chico para ser esparcidas. Incluso al ponerse de pie en el tren y acercar su rostro a la ventana me apunto hacia el lado sur del rio.
Solo tenía 12 años de edad.
Realmente no fue el hecho que me haya dado su ultima voluntad en ese viaje lo que me impacto sino fueron sus palabras después, “…por que allí es donde pase lo momentos mas felices de mi niñez.”
Jamás en vida le había preguntado a mi madre el por que esa área había sido la mas bella de su vida. Cabe mencionar en este relato que el Rio Chico se encuentra como a unos siete kilómetros al este de Otinapa, Durango.
Mas se me hacia raro el saber que en el “Rio Chico” era donde había vivido los momentos mas felices de su vida siendo que de El Salto, Coyotes y Llano Grande, Durango, pueblos en donde había vivido su niñez y juventud siempre fueron dolorosas. Nunca la había preguntado en vida para evitarle la tristeza que siempre la envolvía al recordar el pasado.
Por lo tanto no únicamente llevaba los restos de mi madre conmigo sino llevaba la misión de comprender el por que esa región le había dado tantos recuerdos felices cuando los demás pueblos cercanos no lo habían hecho.
Al llegar a Otinapa, Durango, el Sr. Guadalupe Sánchez, hermano de mi madre nos llevo a la casa de José Dolores Sánchez y Aurelia López Moreno, primos hermanos de mi madre. Yo jamás los había conocido y no sabía que tuviéramos familia en Otinapa.
El Sr. José Dolores Sánchez, era hijo de Cruz Sánchez, hermana de mi abuelito, José María Sánchez. Era la familia por el lado del padre de mi madre, una parte de la familia con la que poca comunicación tuvimos en nuestro pasado, pero que ahora me doy cuenta que se mas que los demás primos míos por haber tenido el privilegio de conocer las demás hermanas de mi abuelito en California cuando vivían.
Cuando llegamos al hogar de José y Aurelia, fuimos recibidos con una hermandad tan cercana que parecía que nos conocíamos toda una vida. Llegamos para que José nos diera las instrucciones de cómo llegar al Rio Chico por tierra a la exactitud del puente del tren o no de la carretera. Mas al darse cuenta José el propósito de nuestra misión, una tristeza lo acogió a el y a su esposa por que sabían de mi madre, aunque no la conocían, mas sabían de su existencia. Les pedimos fotografías de sus padres y sobretodo la de mi abuelo José María Sánchez, padre de mi madre y cuya persona no hemos hasta el momento encontrado una fotografía.
Nos explicaron que no tenían una fotografías de el pero me enseñaron la fotografía de su madre quien ya había fallecido.
Después de un café y galletas procedimos a tomarnos las fotografías del recuerdo para de allí partir a completar nuestra misión.
El primo José Dolores Sánchez, nos llevo a sus tierras para darle instrucciones a un tractorista que estaba labrando la tierra para de allí partir el con nosotros al puente del tren que estaba sobre el Rio Chico.
Había llovida días antes y por lo tanto el camino estaba semi-lodoso pero suficientemente fuerte para hacer nuestro viaje por tierra un éxito. Después de algunos minutos llegamos al puente de tren.
Mi corazón comenzó a palpitar fuertemente al encontrarme parado enfrente de la estructura metálica tan finamente construido. El Sr. Guadalupe Sánchez llevaba los restos de mi madre en una caja forrada con tercio pelo y la urna plateada que iba adentro con las cenizas de su hermana.
Me pare sobre el puente completamente en silencio al recordar cuando el tren se detuvo en enfrente de mi. Volví a recordarme cuando tenia los 12 años de edad, casi tres décadas pasadas, y mi madre me pidió que esparciera sus cenizas en el rio abajo.
Me preguntaron si dejábamos sus cenizas allí, mas les dije que esa no fue la instrucción de mi madre, teníamos que descender. Sabía que el bajar hasta la profundidad no seria fácil siendo que el puente estaba bastante alto, pero era la voluntad de mi madre.
Comenzó el descenso, el cual no fue fácil por no estar acostumbrados a esas condiciones, pero el hermano y primo de mi madre llevaban el liderato seguido por mis dos hijas y mi esposa y yo al último.
Después de 30 minutos continuos de bajada, por fin llegamos hasta el fondo. El rio estaba enfrente de mi y aunque parecía mas a un arroyo en esos momentos, sabia que al comenzar la época fuerte de lluvias, cargaría mas agua.
Me preguntaron donde deseaba dejar sus cenizas y conteste que necesitaba ver el puente. Por lo tanto seguimos caminando por las orillas del rio hasta estar enfrente del puente.
Al elevar mi cabeza y ver el puente, sabia que era el lugar exacto.
El hermano de mi madre me entrego la caja con los restos de mi madre y me dijo que hiciera la ceremonia que debía hacer.
Al sacar la urna, camine a una localidad en donde podía pisar sobre las piedras la mediación del rio. Tanto el hermano de mi madre y su primo se sentaron en la lejanía para darme la privacidad a mi como a mi familia en acto solemne, mas ellos escuchaban con atención.
Al tomar la urna, comencé a entender muchas cosas que antes no había comprendido. Comprendí el Salmo favorito de mi madre, el Salmo 23.
1 Jehová es mi pastor; nada me faltará.
2 En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.
3 Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
4 Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tú vara y tu cayado me infundirán aliento.
5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
Y en la casa de Jehová moraré por largos días..
El versículo dos, ahora lo comprendía…JUNTO A AGUAS DE REPOSO ME PASTOREARA.
Me impacto el sonido de las aguas del Rio Chico. Volteaba a mirar las orillas del rio y estaban preciosas. Los Pinos, el pasto verde, estábamos en un valle y por lo tanto comprendía el versículo cuatro de ese Salmo 23, AUNQUE ANDE EN VALLE DE SOMBRE DE MUERTE NO TEMERE MAL ALGUNO POR QUE TU ESTARAS CONMIGO.
Al abrir la urna, tuve que abrir una bolsa de plástico sellada por el gobierno de Texas, siendo que en San Antonio, Texas fue la cremación, y recite el Salmo 23 de memoria.
Le dije a mi madre que me encontraba en medio del Rio para cumplir su última voluntad. Le di las gracias por la madre que había sido en mi vida. Le dije que sabia que se encontraba en la presencia de Dios pero que sus restos se encontraba en la tierra y por lo tanto los regresaba a la tierra.
Comencé a esparcir sus cenizas en la corriente del rio. Me di cuenta que la mayor parte rápidamente descendieron por su peso a ser parte del fondo, mas en un par de minutos casi todo el rio cobro el color blanco.
Un blanco bonito.
Mientras las lagrimas rodaban por mis mejillas, saque de mi bolsa el collar de su perro fiel quien le hizo compañía por casi dos décadas, Pekie. Pekie falleció dos semanas antes que mi madre, mientras ella estaba en estado terminal. Siempre me había pedido mi madre que el día que ella partiera, su perro la acompañara.
Yo estuve presente cuando Pekie falleció.
Por lo tanto llevaba su collar y la identificación que perros en Estados Unidos, que han sido vacunados llevan en su collar.
El hermano de mi madre tomo el collar con la identificación y la puso debajo de varias piedras para que se quedaran en la mediación del rio.
Por lo tanto los restos de mi madre y su fiel perro quedaron juntos en el rio.
Al finalizar, mi familia y yo nos quedamos parados solemnemente parrados en las orillas del rio.
Lloraba silenciosamente.
Me era difícil desprenderme del bello lugar y saber que dejaba a mi madre sola en ese lugar, pero al ver rio abajo, vi las aguas blancas.
Mi madre había convertido al rio blanco y se incorporo a la naturaleza.
Al finalizar la ceremonia, Guadalupe Sánchez, hermano de mi madre, se acerco a mí para preguntarme que pensaba hacer con la urna. Le comente que se iba a quedar dentro de mi familia por que yo también quería pasar por el proceso de la cremación al igual que mi madre.
En ese momento me sorprendió al pedirme que se quedara la urna con el por que también deseaba la cremación. Le dije entonces que le prestaba la urna para cuando el día llegara en su vida mas después debería ser regresada a mi para ser utilizada con mis restos y así permanecer dentro de mi familia siendo que el valor excedía los siete mil pesos.
Junte a mi esposa, mis hijas, y el primo José Dolores para que fueran testigos del comentario que el hermano de mi madre me había hecho respecto a su deseo de cremación y el pacto que hacia con el sobre el regreso de la urna a mi familia después de que el partiera al cielo.
Todos fueron testigos siendo que sus demás hijos e hijas no estaban presentes para escuchar su última voluntad. Además, para que al solicitar el regreso de la urna a sus hijos, no hubiera un mal entendido.
Allí mismo en las orillas del rio, le hice la entrega de la urna de mi madre a su hermano para ser guardado hasta el día que Dios lo llame a su presencia.
El la recibió con honra.
Durante la vida de ellos, mi madre y su hermano, no tuvieron la mejor relación como adultos, pero es importante notar que antes de fallecer ella, los dos tuvieron un momento especial para hacer sus paces. Sobretodo, el cargo con sus restos desde la cima de la montaña hasta las orillas del rio.
Eso me impacto fuertemente.
El proceso de regresar a nuestro vehículo fue doloroso al subir la montaña lentamente. Creo que mi madre quiso que llevara sus restos a ese lugar para hacerme ejercitar. Esto lo digo con humor.
Al dejar al primo José Dolores y darnos las despedidas, prometió ir a visitar los restos de mi madre, además nos pidió que visitáramos a su hermana Libertad Corrales Sánchez para que nos diera de comer siendo que tenia que proseguir a sus tierras.
Me impacto tanto el haber conocido al primero hermano de mi madre porque era un puente directo a la familia del padre de ella.
Mas mi misión aun no estaba completa por que no había encontrado la respuesta a mi pregunta, ¿Por qué era que mi madre me había dicho que en Rio Chico había vivido los momentos más felices de su niñez?
La respuesta estaba en Libertad Corrales Sánchez, prima hermana de mi madre (la mujer a la derecha de Libertad en la blusa blanca es su hija, Rafaela Delgado Sanchez).
Al llegar a su hogar, una vez mas fuimos extremadamente bien recibidos, el Sr. Guadalupe Sánchez le comento que veníamos del rio por que habíamos dejado los restos de su hermana. Al preguntar Libertad de quien habían sido, siendo que hay varias hermanas, al informarle de quien, comenzó a llorar.
Le dije a Libertad que yo era hijo de Martha, en el pueblo era conocida como Mónica por haber nacido en el día de Santa Mónica, lo cual se acostumbraba en esos tiempos. Sus ojos se fijaron en mí.
¿Usted conoció a mi madre? Le pregunte.
“¡Claro que si!” me contesto Libertad. En ese momento por fin me había encontrado con una persona fuera de sus hermanos que conociera a mi madre en su niñez.
Un torrente de preguntas se comenzó a formular y no tenía suficiente espacio en mi lengua para hacerlas.
¿A que edad fue la ultima vez que la vio?
¿Vivía ella aquí en Otinapa?
¿Cómo era ella de niña?
¿Qué le decía de sus sueños al crecer?
Bueno las preguntas comenzaron a brotar, más Libertad me contesto pacientemente todas mis dudas.
Mi madre nunca vivió en Otinapa.
Eso me dejo perplejo por que entonces me dejaba mas en duda el por que mi madre me había dicho que en Rio Chico había vivido los momentos mas felices de su vida.
Mi madre y su familia vivían en Llano Grande, un pueblo a unos 40 kilómetros hacia el oeste, mas los fines de semana ellos viajaban por tren a pasar los fines de semana en Rio Chico con los familiares de Libertad y José en sus tierras antes de que se mudaran los cinco kilómetros a Otinapa.
Aquellos fines de semana para mi madre eran de juegos y diversión, algo que no tenían en Llano Grande por que todos los hijos e hijas tenían que trabajar. Me explico Libertad que ella jugaba con mi madre y que corrían por las orillas del Rio. La última vez que vio a mi madre, y en ese momento apunto a mi hija WCM Claudia Muñoz, “tenia la edad que tiene su hija.”
¿11 años?
Me contesto afirmativamente.
Ahora sabía por que Rio Chico era el lugar más bello de su niñez.
Rio Chico era familia.
Rio Chico era juego.
Rio Chico era el mundo fuera de la realidad de una crianza pobre y cruel.
Sonrió al recibir mi contestación.
Al salir de la casa de Libertad me imaginaba a una niña de 11 años, delgada pero que corría como un venado, me la imaginaba llegando a la estación de tren en Otinapa y caminando con su madre y demás hermanos los cinco kilómetros hasta llegar a las tierras de Libertad y sus hermanos. Me imaginaba a todos los niños corriendo y jugando.
Y en medio de esa imaginación se encontraba Mónica Sánchez Hernández.
Nadie sabía en esos momentos que algún día mudaría su toda su familia a la ciudad capital del estado de Durango y que algún día emigraría a los Estados Unidos. Nadie sabia que después de humillaciones y discriminaciones un día abriría un restaurante de comida mexicana en Chicago, llamado “MI CASITA” y que allí conocería a mi padre, el Ing. Eulalio Muñoz. Nadie sabía que un día entraría yo en sus vidas y que crecería a ser un hombre casado con dos hijas, egresado de una universidad hablando cuatro idiomas extranjeros y empresario.
Nadie sabría que algún día su hijo regresaría los restos de su madre al lugar donde vivió los momentos más felices de su vida. Sus restos traídos por el hijo que tanto le debe por lo que hizo en su vida.
Mientras estábamos con Libertad, tuve un momento privado con mi hija la ajedrecista Claudia Muñoz, le dije que ahora que sabía y conocía sus orígenes comprendiera su fuerza interna. Que al sentarse al tablero de ajedrez en los Estados Unidos y tuviera que enfrentar a los asiáticos o los europeos, se acordara de donde provenía su sangre, sangre de gente humilde pero luchadora.
Las esperanzas de mis ancestros ahora viajan sobre las vidas de mis dos hijas.
Un día Faith Abigail Muñoz Robles será la primera persona en toda nuestra familia que pisara la Universidad de Harvard en el 2014. Ese día mi madre desde el cielo será mas feliz de lo que esta en estos momentos, por que una semilla de ella ahora correrá por los corredores de una de las universidades mas prestigiosas del mundo.
Mas también se que un día, WCM Claudia Muñoz Robles será GM Claudia Muñoz Robles y cumplirá una promesa que le hizo a mi madre en su lecho de muerte, “Tita, un día seré CAMPEONA DEL MUNDO.”
Se que muchos dudarían que Claudia lograr un hecho casi imposible y mas por que nadie en nuestra familia ha sido campeona del mundo, mas Claudia a la edad de 9 años se convirtió en Campeona del Continente Norteamericano, en su categoría, en el North American Youth Championship 2007.
Nadie esperaba que la niña de Coahuila, quien escasos cuatro meses antes y quien había quedado en 6to lugar de la Olimpiada Nacional 2007, ahora portando el uniforme de los Estados Unidos se fuera invicta en contra de las cinco ajedrecistas que México mando al Pan Americano ese verano a Colombia – convirtiéndose en Woman Candidate Máster y coronándose como Campeona del Continente en su categoría.
¿Saben quien estuvo allí presente en la ceremonia de premiación para presenciarlo este hecho histórico en nuestra familia?
Mi madre, la cual pueden apreciar tomando el brazo de su nieta Claudia.
Por lo tanto no dudo que algún día logre lo que ella le prometió a su abuelita.